El bosque urbano

En algún momento de nuestras vidas, algunos habremos caminado por algún paraje natural más o menos poblado de árboles, más ocasionalmente por un bosque tupido de arbolado, y, con menor probabilidad, en horas de poca luz solar o nocturnas. En este último caso, apenas se ve nada: no sabemos quiénes pueden estar alrededor de nosotros, dónde pisamos o lo que pisamos, y esto hace que nos invada cierta sensación de inseguridad.

Los seres humanos somos muy inteligentes y, para solucionar algunos de estos problemas desarrollamos espacios donde convivir, relacionarnos y estar seguros: las ciudades. Así, diseñamos edificios, calles, aceras, plazas y parques, que luego complementamos con elementos de iluminación (farolas), de descanso (bancos) y de protección solar (árboles). Parece que nuestra inteligencia a veces no es la más efectiva, pues se aprecian diseños que no consiguen los objetivos deseados: aceras estrechas, árboles altos mal podados que llegan hasta las segundas plantas de edificios tapando las ventanas (reduciendo la luz natural y ventilación), y farolas altas embebidas entre las ramas de los árboles que impiden que la iluminación llegue a las aceras.

En las estaciones de otoño e invierno, cuando hay menos horas de luz solar, la noche cae pronto, coincidiendo con las horas de paseo. Les invito a que realicen un paseo por algunas calles, plazas o parques de su ciudad y observen lo descrito anteriormente. Lógicamente no ocurre en todas, pero sí en bastantes. Miren cómo están plantados y podados los árboles, cómo son las farolas y, sobre todo, fíjense como pasean. Probablemente vayan mirando constantemente al suelo, pues no hay suficiente luz: no vemos dónde pisamos, ni lo que pisamos. No distinguimos las personas desde cierta distancia y, en algunos momentos, eso nos crea cierta sensación de inseguridad. En cierta manera, es como estar en el bosque, pero en un “bosque urbano”.

En muchas ocasiones “más no es mejor”, pero “mejor sí es más”. Se podrían hacer las aceras más anchas, plantar árboles menos altos, o podarlos más bajos y colocar farolas a menor altura. Así se conseguiría mejor insolación y ventilación en las primeras plantas de viviendas, y habría iluminación donde más falta hace, en las aceras, resultando mucho más agradables, sociables y seguros los paseos de los ciudadanos.

Sólo espero que la otra opción, que para nuestras autoridades parece aparentemente igual de inteligente, no siga cumpliéndose. Es la que, como reza el dicho, afirma que “ojos que no ven, corazón que no siente”.

                                                                                                                                                            ZOMAR

Una respuesta a “El bosque urbano

  1. Taly 8 enero, 2023 / 7:19 pm

    Me ha gustado, tu punta de vista de nuestras ciudades, no hay un buen mantenimiento, en nuestro núcleo urbano.

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